viernes, 30 de diciembre de 2011

Discurso_Helmut_Schmidt_4-12-2011_Congreso_SPD

Super interesante el discurso, muchas gracias Simón, lo divulgo entre todos mis contactos y lo subo a mi blog resaltando las partes que más me han gustado, para aquellos que no se atrevan con las 10 páginas. Es un discurso Socialdemócrata, Europeista, que le da fuerte a los especuladores financieros y a los euroescépticos; una visión estratégica de la construcción Europea tan sensata que al terminar de leerlo casi me pongo a aplaudir.

¡Feliz Fin de Año! y que todo nos vaya bien en 2012 para que podamos disfrutar cada segundo tranquilamente (sin mirar demasiado el reloj por bonito que este sea) pues lo verdaderamente importante no es el tiempo en si mismo, sino en qué lo empleamos. 

Que nada ni nadie nos quite las ganas de disfrutar de la vida, como genialmente se dice en este otro anuncio:  Los mejores Humoristas  (y perdón por la publicidad, no me dan comisión pero me han parecido dos anuncios geniales). 

Saludos
Rober Gonpane

P.D. El sábado con El País podéis comprar el documental "Inside Job" que para el que no lo haya visto es fundamental para comprender la crisis que llevamos más de tres años sufriendo. Y para el que ya la conozca, que lo compre igual y lo regale a alguien que no la haya visto pues merece la pena que se divulgue al máximo. Claro que llegados a este punto, yo siempre recomiendo que antes de ver esta película se vea previamente el documental documental "la batalla por la economía mundial" que al menos la primera parte se encuentra fácilmente y entera (antes era en vídeos de 10 minutos y resultaba difícil seguir el hilo). Son en total seis horas de documental y encontré enteros los seis capítulos (creo recordar que con su título en inglés "Commanding heights") por lo que si alguien quiere le puedo enviar una copia. Es la explicación más didáctica y completa que he encontrado sobre como como se ha impuesto dese los 80 el Neoliberlismo económico a nivel global. Termina tras los atentados del 11S pues es un documental de 2002, pero es imprescindible verlo con detalle. El primer capítulo podéis empezar a verlo ya para terminar bien el año: La Batalla por la Economía Mundial 1 de 6 | Versión Completa

Y si no tenéis bastante, La doctrina del shock es otro documental imprescindible... por no hablar de Home que ya he recomendado cien veces y que como otros muchos documentales y vídeos, ayudan a concienciar a la ciudadanía sobre la necesidad del cambio. El ITF y el fin de los PF son condiciones necesarias para el cambio, pero no son suficientes porque el Mercado Global Neoliberal con el que nos enfrentamos es peor que la mismísima Estrella de la Muerte. 

Discurso "Alemania en y con Europa" de Helmut Schmidt, excanciller alemán, ante el Congreso Federal Ordinario del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD) el 4 de diciembre de 2011 en Berlín.

¡Queridos amigos, Señoras y Señores!
Déjenme comenzar con una observación personal. Cuando Sigmar Gabriel, Frank-Walter Steinmeier y mi partido me invitaron una vez más a colaborar, recordé con placer cómo, hoy hace 65 años, Loki y yo pintábamos de rodillas en el suelo carteles para el SPD en Hamburg-Neugraben. No obstante, debo reconocer al mismo tiempo que a la vista de toda la política del partido ya me encuentro, por mi edad, más allá del bien y del mal. Desde hace tiempo, considero más importante ocuparme de los cometidos de nuestra nación y de su papel en el insoslayable marco de la unión europea.
Al mismo tiempo, me satisface poder compartir esta tribuna con nuestro vecino noruego Jens Stoltenberg, quien, en medio de una honda desgracia para su país, nos ha dado un ejemplo a seguir a nosotros y a todos los europeos, de un liderazgo constitucional, liberal y democrático irreductible.
Como el anciano que ya soy, uno piensa de forma natural a muy largo plazo, tanto hacia el pasado en la historia, como hacia delante, hacia un futuro esperado y ambicionado. Sin embargo, desde hace unos días no puedo encontrar una respuesta clara a una cuestión muy sencilla. Wolfgang Thierse me preguntó: "¿Cuándo será Alemania, por fin, un país normal?" Y yo le respondí: En un plazo previsible, Alemania no será un país "normal", debido a nuestra monstruosa y, sin embargo, extraordinaria carga histórica. Y además a ello se opone nuestra posición central sobreponderada tanto demográfica como económicamente, en medio de este continente nuestro tan pequeño pero dividido en tantos Estados nacionales.
Y así me hallo en medio del complejo tema de mi discurso: Alemania en, con y para Europa.
Motivos y orígenes de la integración europea
Aún cuando en algunos pocos Estados de los alrededor de 40 que conforman Europa, la conciencia actual de nación se ha desarrollado más bien de forma tardía, como en Italia, Grecia y Alemania, siempre ha habido por todas partes sangrientas guerras. Podemos interpretar esta historia europea, desde el punto de vista centroeuropeo, como una serie interminable de luchas entre la periferia y el centro y, viceversa, entre el centro y la periferia, siendo el centro una y otra vez el campo de batalla decisivo.
Cuando los soberanos, los Estados o los pueblos del centro de Europa eran débiles, sus vecinos de la periferia avanzaban hacia el débil centro. La mayor destrucción y las mayores pérdidas en proporción en vidas humanas tuvieron lugar en la Guerra de los Treinta Años entre 1618 y 1648, con Alemania como escenario principal. Alemania era entonces un puro concepto geográfico, definido vagamente solo por el área de habla alemana. Más tarde llegaron los franceses bajo el reinado de Luis XIV y, de nuevo, bajo Napoleón. Los suecos solo llegaron una vez, a diferencia de los ingleses y los rusos, la última vez bajo Stalin.
Pero cuando las dinastías o los Estados del centro de Europa eran fuertes, ¡o cuando se sentían fuertes!, entonces eran ellos quienes atacaban la periferia. Así sucedió ya en las Cruzadas, que eran al mismo tiempo expediciones de conquista, no solo en dirección a Asia Menor y Jerusalén, sino también en dirección a la Prusia oriental y a los tres países bálticos actuales. En la Edad Moderna, fueron la guerra contra Napoleón y las tres guerras de Bismarck, en los años 1864, 1866 y 1870-71.
Lo mismo vale especialmente para la "Segunda Guerra de los Treinta Años" desde 1914 hasta 1945. Vale especialmente para los ataques de Hitler hasta el cabo Norte, hasta el Cáucaso, hasta la isla griega de Creta, hasta el sur de Francia e incluso hasta Tobruk, junto a la frontera entre Libia y Egipto. La catástrofe de Europa, provocada por Alemania, incluyó la catástrofe de los judíos europeos y la catástrofe de la nación alemana.
No obstante, los polacos, los países bálticos, los checos, los eslovacos, los austriacos, los húngaros, los eslovenos y los croatas ya habían compartido previamente el destino de los alemanes, en tanto que todos ellos, desde hace siglos, han sufrido debido a su posición geopolítica central en este pequeño continente europeo. Dicho de otro modo: muchas veces, nosotros, los alemanes, hemos hecho sufrir a otros por nuestra posición de fuerza centralizada.
Hoy en día, son los derechos territoriales encontrados, los conflictos lingüísticos y fronterizos, que todavía desempeñaron un papel muy importante en la primera mitad del siglo XX en la conciencia de las naciones, los que de facto han perdido ampliamente su significado, al menos para nosotros, los alemanes.
Mientras en la conciencia de la opinión pública y en la opinión oficial de las naciones de Europa se ha perdido en gran medida el conocimiento y el recuerdo de las guerras de la Edad Media, el recuerdo de las dos guerras mundiales del siglo XX y de la ocupación alemana sigue jugando un papel dominante latente.
Para nosotros, los alemanes, me parece que lo determinante es que casi todos los vecinos de Alemania –y, además, casi todos los judíos del mundo– se acuerdan del Holocausto y de las atrocidades que se cometieron durante la ocupación alemana de los países de la periferia. Nosotros, los alemanes, no somos lo suficientemente conscientes de que en casi todos nuestros países vecinos es probable que siga existiendo durante muchas generaciones un recelo latente contra los alemanes.
También las futuras generaciones de alemanes deberán vivir con esta carga histórica. Y las actuales no deben olvidar que fue el recelo hacia un desarrollo futuro de Alemania lo que motivó, en 1950, el inicio de la integración europea.
Churchill tenía dos motivos en 1946, cuando en su gran discurso a los franceses en Zúrich apeló a reconciliarse con los alemanes y a formar con ellos los Estados Unidos de Europa: en primer lugar, la defensa común ante lo que parecía una amenaza, la Unión Soviética, y en segundo lugar, la integración de Alemania en una asociación occidental más amplia. Y es que Churchill preveía el resurgimiento de Alemania.
Cuando en 1950, cuatro años después del discurso de Churchill, Robert Schuman y Jean Monnet diseñaron el Plan Schuman para agrupar la industria pesada de la Europa Occidental, el motivo fue el mismo: la integración de Alemania. Charles de Gaulle, quien diez años más tarde tendió la mano a Konrad Adenauer en un gesto de reconciliación, también actuó movido por el mismo motivo.
Todo esto sucedía desde una conclusión realista de un desarrollo futuro considerado posible y, al mismo tiempo, temido, del poder alemán. No fue el idealismo de Victor Hugo, el que apeló a la unión de Europa en 1849, ni ningún otro idealismo, los que estuvieron detrás de los inicios de la integración europea de 1950-52, limitada en aquel entonces a la Europa Occidental. En aquel entonces, los jefes de Estado de Europa y Estados Unidos (como George Marshall, Eisenhower o también Kennedy, pero sobre todo Churchill, Jean Monnet, Adenauer y de Gaulle o también de Gasperi y Henri Spaak) no actuaron movidos, en absoluto, por un idealismo europeo, sino desde el conocimiento de la historia europea hasta la fecha. Actuaron desde una visión realista por la necesidad de evitar que se prolongara la lucha entre la periferia y el centro alemán. Aquellos que no hayan comprendido este motivo inicial de la integración de Europa, que aún hoy sigue siendo un elemento fundamental, carecen de una condición previa imprescindible para poder resolver la actual crisis europea, marcada por una gran precariedad.
Cuanto más peso adquiría la entonces República Federal Alemana en el aspecto económico, militar y político durante los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, tanto más les parecía a los dirigentes de los Estados europeos occidentales que la integración europea era una garantía contra la posibilidad de que los alemanes se dejaran seducir, una vez más, por la política de la fuerza. Las reticencias iniciales de, p. ej., Margaret Thatcher, Mitterrand o Andreotti en 1989-90 contra una reunificación de las dos naciones alemanas surgidas tras la guerra, se basaba claramente en la preocupación ante una Alemania fuerte en el centro de este pequeño continente europeo.
En este momento me permito un pequeño inciso personal. Escuché a Jean Monnet cuando participaba en su comité "Pour les États-Unis d'Europe". Corría el año 1955. Jean Monnet es uno de los franceses con una mayor visión futurista y progresista que he conocido en mi vida –por cierto, también en materia de integración por su concepto de un proceso gradual hacia la integración de Europa.
Desde entonces, me convertí en un entusiasta de la integración europea desde el punto de vista del interés estratégico de la nación alemana, no desde el idealismo, y en un entusiasta de la implicación de Alemania, y lo sigo siendo. (Eso me llevó a una controversia sin importancia para Kurt Schumacher, mi muy estimado presidente del partido, pero muy seria para mí, que regresaba de la guerra con apenas 30 años.) Me llevó en los años 50 a aceptar los planes del entonces ministro de Exteriores polaco Rapacki. A comienzos de la década de los 60, escribí un libro en contra de la estrategia occidental oficial de la represalia estratégica nuclear, con la que entonces la OTAN amenazaba a la poderosa Unión Soviética y en la que seguimos estando integrados en la actualidad.
La Unión Europea es necesaria.
De Gaulle y Pompidou continuaron en la década de los 60 y los 70 con la integración europea, para involucrar a Alemania, pero no querían comprometer su propio Estado a toda costa. Posteriormente, el buen entendimiento que existió entre Giscard d'Estaing y yo, condujo a un periodo de cooperación franco-germana y a la continuación de la integración europea que, tras la primavera de 1990 prosiguió con éxito entre Mitterrand y Kohl. Paralelamente, desde 1950-52 hasta 1991 la Comunidad Europea fue creciendo gradualmente de seis Estados miembros a doce.
Gracias a los trabajos preparatorios de Jacques Delors (entonces Presidente de la Comisión Europea), Mitterrand y Kohl firmaron en 1991 en Maastricht el acuerdo para el nacimiento de la moneda común, el euro, que diez años después, en el 2001, se convirtió en una realidad. La razón, no obstante, se hallaba en la inquietud francesa ante una Alemania predominante, para ser más preciso: ante un marco alemán fuerte.
Desde entonces, el euro se ha convertido en la segunda moneda más importante de la economía mundial. Esta moneda europea posee, tanto en las relaciones internas como externas, mayor estabilidad que el dólar estadounidense y ha sido más estable que el marco alemán en sus últimos diez años. Todo lo dicho y escrito sobre una presunta "crisis del euro" no es más que palabrería frívola de medios, periodistas y políticos.
Sin embargo, desde Maastricht en 1991-92, el mundo ha experimentado profundos cambios. Hemos vivido la liberación de las naciones del Este de Europa y la implosión de la Unión Soviética. Hemos vivido el increíble auge de China, India, Brasil y otros "países emergentes", a los que antes se conocía colectivamente como el "tercer mundo". Al mismo tiempo, las economías nacionales reales de la mayor parte del mundo se han "globalizado", es decir: casi todos los países del mundo dependen los unos de los otros. Sobre todo, los actores de los mercados financieros globalizados han adquirido, por el momento, un poder incontrolado.
Pero simultáneamente, y casi de forma imperceptible, la humanidad se ha multiplicado rápidamente hasta llegar a los 7000 millones de personas. Cuando yo nací apenas éramos 2000 millones. ¡Todos estos profundos cambios han tenido enormes consecuencias para los pueblos de Europa, sus Estados y su bienestar!
Por otro lado, todas las naciones europeas están envejeciendo, y por doquier disminuye su población. A mediados de este siglo, se prevé que la población de la Tierra llegue incluso a los 9000 millones de habitantes, mientras que la población conjunta de las naciones europeas solo representará el 7 por ciento de la población mundial. ¡El 7 por ciento de 9000 millones! Hasta el año 1950, los europeos habían representado durante dos siglos más del 20 por ciento de la población mundial. Pero desde hace 50 años, los europeos somos cada vez menos, no solo en cifras absolutas, sino sobre todo en relación con Asia, África y Latinoamérica. Igualmente disminuye la aportación de los europeos al producto social mundial, es decir, a la creación de valor de toda la humanidad. Hasta el 2050 disminuirá a un 10 por ciento, aproximadamente; en 1950 todavía era del 30 por ciento.
En 2050 cada una de las naciones europeas será únicamente una fracción del 1 por ciento del total de la población mundial. Es decir: si queremos albergar la esperanza de que nosotros, los europeos, jugaremos un papel importante en el mundo, solo lo podremos conseguir conjuntamente. Porque como Estados aislados, ya sea Francia, Italia, Alemania o bien Polonia, Holanda, Dinamarca o Grecia, ni siquiera representaremos un tanto por ciento de la población mundial, sino solamente un tanto por mil.
De ahí el interés estratégico de los Estados europeos a largo plazo por su unión integradora. Este interés estratégico por la integración europea cobra cada vez mayor importancia. Algo de lo que hasta ahora no son conscientes las naciones en su mayor parte. Tampoco sus Gobiernos les conciencian al respecto.
Pero si la Unión Europea no alcanza en las próximas décadas una capacidad de acción conjunta, ni que sea limitada, puede producirse una marginación auto infligida de cada uno de los Estados europeos y de la civilización europea. Tampoco podemos excluir, en dicho caso, un resurgimiento de las pugnas por la competencia y el prestigio entre los Estados que conforman Europa. En tal caso, apenas podría desarrollarse la integración de Alemania. El antiguo juego entre el centro y la periferia podría repetirse de nuevo.
El proceso de divulgación a nivel mundial, de la extensión de los derechos de todos los seres humanos y de su dignidad, de la garantía constitucional y de la democratización dejaría de recibir un impulso efectivo de Europa. A la luz de estos aspectos, la comunidad europea se convierte en algo vital para los Estados nacionales de nuestro antiguo continente. Esta necesidad va más allá de los motivos de Churchill y de Gaulle. Pero también trasciende los motivos de Monnet y de Adenauer, al igual que los de Ernst Reuter, Fritz Erler, Willy Brandt e, incluso, Helmut Kohl.
Y yo añado que todo esto es cierto, pero seguimos hablando de la implicación de Alemania. Por esta razón, nosotros, los alemanes, debemos ser conscientes de nuestra propia tarea, de nuestro propio papel en el marco de la integración europea.
Alemania precisa continuidad y fiabilidad.
Si observamos Alemania a finales del año 2011 desde el exterior con los ojos de nuestros vecinos, tanto los directos como otros más alejados, veremos que, desde hace una década, Alemania provoca malestar y, últimamente, también inquietud política. En los últimos años han aflorado serias dudas sobre la firmeza de la política alemana. La confianza en la fiabilidad de la política alemana está dañada.
Estas dudas e inquietudes se deben a errores en la política exterior de nuestros políticos y Gobiernos alemanes y a la fortaleza económica de la Alemania reunificada, que sorprende al mundo. Nuestra economía nacional ha evolucionado desde los años 70, cuando todavía estaba dividida en dos, hasta convertirse en la mayor de Europa. Es una de las economías nacionales más potentes en la actualidad en el aspecto tecnológico, político-financiero y socio-político. Nuestra fortaleza económica y nuestra paz social, tan estable comparativamente desde hace décadas, también han despertado envidias, especialmente porque nuestra tasa de desempleo y nuestra tasa de endeudamiento están claramente dentro de la normalidad internacional.
Ahora bien, no somos plenamente conscientes de que nuestra economía está integrada en gran medida tanto en el mercado común europeo como, al mismo tiempo, en el mundo globalizado y, por ello, depende de la coyuntura mundial. Por esta razón, en los próximos años experimentaremos un crecimiento muy discreto de nuestras exportaciones.
Al mismo tiempo, se ha producido una anomalía grave en el desarrollo, concretamente unos superávits enormes y continuados de nuestra balanza comercial y de nuestra balanza de pagos. Los superávits suponen desde hace años alrededor del 5 por ciento de nuestro producto social. Son muy similares a los excedentes de China. Es algo de lo que no somos conscientes porque no se refleja en superávits en marcos alemanes, sino en euros. Pero es necesario que nuestros políticos también sean conscientes de esta circunstancia.
Y es que todos nuestros superávits son, en realidad, los déficits de otros países. Los créditos que les hemos concedido a sus deudas. Se trata de una irritante infracción del "equilibrio de la economía exterior", que nosotros convertimos, en su día en un ideal jurídico. Esta infracción debe intranquilizar a nuestros socios. Y cuando recientemente, voces extranjeras, mayoritariamente estadounidenses, aunque ya proceden de otros muchos países también, exigen a Alemania un papel de líder europeo, todo esto también despierta en nuestros vecinos más suspicacias y recelos. Y despierta malos recuerdos.

Esta evolución de la economía y la crisis simultánea de la capacidad de acción conjunta de los órganos de la Unión Europa han empujado a Alemania a adoptar, una vez más, un papel principal. Conjuntamente con el presidente francés, la canciller alemana ha aceptado este papel de buen grado. Pero en muchas capitales europeas, así como en los medios de algunos países vecinos, aflora de nuevo una preocupación creciente por la dominancia alemana. Esta vez no se trata de un abrumador poder centralizado de tipo militar y político ¡sino de un abrumador centro económico!
Llegados a este punto, es necesario advertir de forma ponderada a los políticos alemanes, a los medios y a nuestra opinión pública.
Si nosotros, los alemanes, nos dejáramos llevar, por nuestra fortaleza económica, a reclamar un papel de liderazgo político en Europa o, al menos, a actuar como primus inter pares (primero entre iguales), una creciente mayoría de nuestros países vecinos se opondría a ello activamente. La inquietud de la periferia ante un centro europeo demasiado fuerte resurgiría rápidamente. Las consecuencias probables de dicha evolución serían destructivas para la UE. Y Alemania caería de nuevo en el aislamiento.
La República Federal Alemana, tan grande y tan eficiente, necesita, ¡también para protegerse de nosotros mismos!, la inclusión en la integración europea. Por ello, desde 1992, desde los tiempos de Helmut Kohl, el artículo 23 de la Constitución alemana nos obliga a colaborar "… en el desarrollo de la Unión Europea". Para esta colaboración, el artículo 23 también nos obliga al "principio de subsidiariedad…". La crisis actual de la capacidad de acción de los órganos de la UE no altera en absoluto estos principios.
Nuestra posición geopolítica central, nuestro desafortunado papel en la historia europea hasta mediados del siglo XX, así como nuestra productividad actual, requiere de cada Gobierno alemán un elevado nivel de solidaridad para con nuestros socios de la UE. Y nuestra ayuda resulta imprescindible.
Nosotros, los alemanes, no hemos sido los únicos que han contribuido a nuestra enorme reconstrucción de las últimas seis décadas y no se ha conseguido solo por nuestros propios medios. No habría sido posible sin la ayuda de las potencias vencedoras occidentales, sin nuestra inclusión en la comunidad europea y en la OTAN, sin la ayuda de nuestros vecinos, sin el resurgimiento político en Europa del Este y sin el fin de la dictadura comunista. Nosotros, los alemanes, tenemos motivos para estar agradecidos. Y al mismo tiempo debemos demostrar que somos dignos de la solidaridad que recibimos entonces con nuestra propia solidaridad hacia nuestros vecinos.
Al contrario, aspirar a un papel propio en la política mundial y al prestigio político mundial sería bastante inútil, probablemente incluso perjudicial. En todo caso, la cooperación estrecha con Francia y Polonia, así como nuestros vecinos y socios en Europa, sigue siendo indispensable.
Estoy convencido de que el interés cardinal, estratégico a largo plazo de Alemania radica en no aislarse y en no dejarse aislar. Un aislamiento dentro de Occidente sería peligroso. Un aislamiento dentro de la Unión Europea o de la Eurozona sería muy peligroso. Para mí, este interés de Alemania está claramente por encima de los intereses tácticos de cualquier partido político.
Los políticos alemanes y los medios alemanes tienen la condenada obligación y el deber de defender esta visión constantemente ante la opinión pública.
Pero cuando alguien da a entender que hoy y en el futuro se hablará alemán en Europa; cuando un ministro de Asuntos Exteriores alemán opina que las apariciones televisivas en Trípoli, El Cairo o Kabul son más importantes que los contactos políticos con Lisboa, Madrid, Varsovia o Praga, con Dublín, La Haya, Copenhague o Helsinki; cuando otro opina que tiene que impedir una "unión de transferencias" europea, entonces todo eso es pura fanfarronería nociva.
¡Es cierto que Alemania ha sido un pagador neto durante décadas! Podíamos permitírnoslo y lo hemos hecho desde la época de Adenauer. Y por supuesto, los receptores netos siempre eran Grecia, Portugal o Irlanda.
Hoy en día, la clase política alemana quizá no es suficientemente consciente de esta solidaridad. Pero hasta ahora era algo natural. E igual de natural, y desde Lisboa contractualmente obligatorio, es el principio de subsidiariedad: la Unión Europea deberá asumir las tareas que un Estado no pueda regular o superar por sí mismo.
Desde el Plan Schuman, Konrad Adenauer aceptó las ofertas francesas siguiendo un instinto político correcto y con las reticencias tanto de Kurt Schumacher, como, más tarde, de Ludwig Erhard. Adenauer valoró correctamente el interés estratégico de Alemania a largo plazo, ¡a pesar de la sostenida división de Alemania! Todos sus sucesores, incluyendo a Brandt, Schmidt, Kohl y Schröder, han continuado con la política de integración de Adenauer.
Todas las tácticas de la política diaria, de la política interior y exterior nunca han puesto en tela de juicio el interés estratégico de los alemanes a largo plazo. Por eso, nuestros vecinos y socios han podido confiar durante décadas en la continuidad de la política europea de Alemania, y independientemente de los cambios de Gobierno. La continuidad también es aconsejable en el futuro.
La situación actual de la UE requiere dinamismo
Las contribuciones alemanas de concepto se daban siempre por supuestas. Y así debería ser, también, en el futuro. Por otro lado, no deberíamos anticiparnos al futuro lejano. De todos modos, las modificaciones contractuales podrían corregir solo en parte los hechos consumados, las omisiones y los fallos cometidos en Maastricht hace veinte años. Las propuestas actuales de modificación del Tratado de Lisboa en vigor me parecen poco útiles para el futuro inmediato, cuando uno recuerda las dificultades que se han venido teniendo con la ratificación por parte de todas las naciones, o por los referéndums no aprobados por la población.
Por eso estoy de acuerdo con el Presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, que a finales de octubre, en un discurso memorable, exigió que hoy nos concentremos en lo que es necesario hacer hoy. Y que además debemos agotar las posibilidades que nos brinda el Tratado de la UE en vigor, especialmente para reforzar las normas presupuestarias y la política económica en el área monetaria del euro.
¡La actual crisis de la capacidad de acción de los órganos de la Unión Europea creados en Lisboa no puede durar años! Con la excepción del Banco Central Europeo, estos órganos –el Parlamento Europeo, el Consejo Europeo, la Comisión Europea y los Consejos de Ministros– han aplicado solo unas pocas medidas eficaces desde la superación de la aguda crisis bancaria de 2008 y especialmente desde la posterior crisis de endeudamiento de los Estados.
No hay ninguna fórmula magistral para superar la actual crisis de liderazgo de la UE. Son necesarios muchos pasos, algunos simultáneos, otros sucesivos. No solo se necesitará discernimiento y dinamismo, ¡sino también paciencia! A este respecto, las aportaciones de concepto alemanas no pueden limitarse a eslóganes. No deberían exponerse en la televisión, sino confidencialmente en los grupos de los órganos de la UE. Nosotros, los alemanes, no debemos presentar a nuestros socios europeos nuestra normativa económica ni social, y tampoco nuestro sistema federativo ni financiero y presupuestario, como ideal o como norma, sino únicamente como un ejemplo más entre otros.
Todos somos responsables de las consecuencias futuras en Europa de lo que hace o deja de hacer actualmente Alemania. Para ello necesitamos el sentido común europeo. Pero no solo necesitamos sentido común, también un corazón compasivo para con nuestros vecinos y socios.
En un punto importante coincido con Jürgen Habermas, que ha afirmado recientemente que –cito– "¡¡…por primera vez en la historia de la UE vivimos un retroceso de la democracia!!" (fin de la cita). Y así es: ¡no solo el Consejo Europeo junto con su Presidente, también la Comisión Europea junto con su Presidente, y los diversos Consejos de Ministros y toda la burocracia de Bruselas, todos ellos han dejado de lado el principio democrático! En aquella época en que introdujimos el sufragio popular para el Parlamento Europeo, caí en el error de pensar que el Parlamento cobraría importancia por sí mismo. De hecho, hasta ahora no ha ejercido ninguna influencia reconocible en la superación de la crisis, porque sus consejos y decisiones no han mostrado hasta ahora ningún efecto público.
Por ello quisiera apelar a Martin Schulz: Ya es hora de que usted y sus colegas cristianodemócratas, socialistas, liberales y verdes, se hagan escuchar conjuntamente ante el espacio público, pero de forma drástica. Probablemente el campo más adecuado para dicha reafirmación del Parlamento Europeo sea la supervisión, a todas luces insuficiente desde el G20 de 2008, de los bancos, de las bolsas y de sus instrumentos financieros.
Ciertamente, miles de agentes financieros de EE.UU. y Europa, a los que se han sumado algunas agencias de calificación, han tomado como rehenes a los responsables políticos de Europa. No cabe esperar que Barack Obama haga mucho al respecto. Lo mismo digo del Gobierno británico. Es verdad que en 2008-2009 los gobiernos de todo el mundo rescataron a los bancos con garantías y con el dinero de los contribuyentes. Pero desde 2010 esta horda de gestores financieros, extremadamente inteligentes pero propensos a la psicosis, han vuelto a jugar su viejo juego de beneficios y bonificaciones. Un juego de azar en el que salen perdiendo los que no juegan y que Marion Döhnhoff y yo ya tildamos de muy peligroso en los años 90.
Si nadie más quiere actuar, deberán hacerlo los países del euro. Para ello puede servir la vía indicada en el artículo 20 del actual Tratado de Lisboa de la UE. Aquí se prevé expresamente que uno o varios miembros de la UE "…instauren entre sí una cooperación reforzada". En todo caso, los Estados participantes en la moneda común deberían desarrollar conjuntamente para la zona euro regulaciones de intervención de sus mercados financieros comunes. Desde la separación, por un lado entre bancos comerciales convencionales y, por otro, bancos de inversión y bancos en la sombra, pasando por la prohibición de ventas al descubierto de títulos a futuro, y la prohibición de negociar con derivados, si no está permitido por los consejos reguladores oficiales de las bolsas, hasta la limitación eficaz de las operaciones que afectan al espacio monetario europeo por parte de las agencias de calificación no supervisadas por el momento. No quiero seguir agobiándoles, Señoras y Señores, con otros pormenores.
Por supuesto que el lobby bancario globalizado se opondría por todos los medios. Hasta ahora ha evitado todas las regulaciones interventoras. Ha conseguido que sus hordas de agentes pongan en serios apuros a los Gobiernos europeos, que han tenido que inventar una y otra vez "paquetes de rescate" – y ampliarlos con "palanca". Ya va siendo hora de oponer resistencia. Cuando los europeos reúnan el valor y la fuerza para una regulación interventora de los mercados financieros, podremos volver a medio plazo a una zona de estabilidad. Pero si fallamos, el peso de Europa seguirá disminuyendo, y el mundo avanzará hacia un duunvirato entre Washington y Pekín.
Para el futuro inmediato de la zona euro siguen siendo ciertamente necesarios todos los pasos anunciados y considerados hasta ahora. Entre ellos están los fondos de rescate, los límites superiores de endeudamiento y su control, una política económica y fiscal común, y además una serie de reformas nacionales que afectan a la política fiscal, de gasto, social y del mercado laboral. Pero será también forzosamente inevitable un endeudamiento común. Nosotros, los alemanes, debemos renunciar a ser egoístas con nuestros intereses nacionales.
Pero tampoco debemos, bajo ningún concepto, propagar por toda Europa una política de deflación extrema. Creo más bien que Jacques Delors tenía razón cuando pedía, junto con el saneamiento de los presupuestos, iniciar y financiar al mismo tiempo proyectos que fomenten el crecimiento. Ningún Estado puede sanear su economía sin crecimiento, sin nuevos puestos de trabajo. Quien así lo crea, que Europa puede sanearse con recortes presupuestarios, debería estudiar las fatales consecuencias de la política de deflación de Heinrich Brüning en 1930-32. Desencadenó una depresión y una cifra de paro insoportable y además provocó al hundimiento de la primera democracia alemana.

A mis amigos
Como colofón, queridos amigos: en realidad, nosotros, los socialdemócratas, no debemos dejarnos predicar tanto la solidaridad internacional. Porque la socialdemocracia alemana es, desde hace siglo y medio, favorable a la internacionalidad – en mucho mayor medida que generaciones de liberales, conservadores o nacionalistas alemanes. Nosotros, los socialdemócratas, nos hemos aferrado tanto a la libertad como a la dignidad de cada ser humano. Nos hemos aferrado al mismo tiempo a la democracia representativa y parlamentaria. Estos valores fundamentales nos obligan hoy en día a la solidaridad europea.
Por supuesto que también en el siglo XXI Europa estará formada por Estados nacionales, cada uno con su propio idioma y su propia historia. Por esta razón, seguramente no nacerá de Europa ningún Estado federal Pero la Unión Europea tampoco puede degenerar en una simple unión de Estados. La Unión Europea debe seguir siendo una unión dinámica y en desarrollo. No hay ningún ejemplo de ello en toda la historia de la humanidad. Nosotros, los socialdemócratas, debemos contribuir al despliegue gradual de esta unión.
Cuanto mayor se vuelve uno, más piensa en periodos de tiempo prolongados. También como hombre anciano me aferro todavía firmemente a los tres principios fundamentales del programa de Bad Godesberg: libertad, justicia y solidaridad. A este respecto, dicho sea de paso, pienso que la justicia reclama hoy en día sobre todo igualdad de oportunidades para los niños, los escolares y la gente joven en general.
Cuando echo la vista atrás al año 1945 o más atrás, al año 1933 - entonces acababa de cumplir 14 años-, el progreso al que hemos llegado en la actualidad, me parece casi increíble. El progreso que los europeos hemos alcanzado desde el Plan Marshall de 1948, desde el Plan Schuman de 1950, que hemos alcanzado gracias a Lech Walesa y Solidarnosz, gracias a Vaclav Havel y a la Carta 77, gracias a aquellos alemanes de Leipzig y Berlín Oriental desde el gran cambio de 1989-91.
Si bien hoy en día la mayor parte de Europa disfruta de los derechos humanos y de la paz, esto no nos lo podíamos ni imaginar en 1918, ni en 1933, ni en 1945. Por lo tanto, ¡trabajemos y luchemos para que esta Unión Europea, única en toda la historia, supere su debilidad actual con firmeza y seguridad en sí misma!

martes, 20 de diciembre de 2011

ITF - Queja al Defensor del Pueblo o a Actuable

El 30 de Octubre "supuestamente" se envió desde Actuable la carta que firmamos 1410 personas pidiendo al Defensor del Pueblo que nos defendiera de los Mercados, apoyando la imposición de un Impuesto a las Transacciones Financieras y el fin de los Paraísos Fiscales. Pero digo "supuestamente" porque no tengo forma de comunicarme con la plataforma Actuable, que no solo no informa a los firmantes ni al que lanzó la petición, sino que no tiene ningún medio de contacto que funcione. Inicialmente el peticionario podía enviar a los firmantes notificaciones para mantenerles al día, pero desde Agosto no lo permite y me ha resultado imposible contactar con ellos pues parece que es una simple computadora trabajando en automático. Actuable parecía una buena plataforma para el activismo en la red, pero necesita una mínima atención y seguimiento de sus gestores. La primera vez que lo cambié el texto para actualizarlo en Julio, pude notificarlo a los firmantes pero la segunda vez tras la decisión favorable del Consejo de Europa de finales de Septiembre ya no daba esa opción y podría haber cambiado totalmente el mensaje antes de su envío con los 1410 apoyos, lo cual me parece inadmisible. Ahora soy mucho más selectivo a la hora de "ciberactuar" pues cuando firmo una petición conforme a un texto, quiero garantías de que se me informará si se cambia y de que se me dará la opción de retirar mi apoyo a la campaña si no estoy de acuerdo con los cambios.

Pero como la oficina del Defensor del Pueblo suele contestar a cuantos escritos se les envía, por lo menos esa fue mi experiencia en dos ocasiones anteriores por temas personales, confío en que si no han contestado a la petición es porque en realidad nunca la recibieron. Por ello, "abandonado" por Actuable pero sin perder la esperanza de que al final funcione, me dispongo a enviar directamente la petición al Defensor del Pueblo con el PDF adjunto que es la misma petición que como seguía abierta a pesar de haber terminado, he vuelto a activar hasta fin de año por si alguna vez funciona. La enviaré por e-mail, por el formulario de consultas y por correo convencional, así que de una forma o de otra espero lograr una respuesta. 

A los que apoyaron en su día la campaña en Actuable y a los que se enteren de nuevas, os animo a que os dirijáis directamente al Defensor del Pueblo se posicione a favor de la ciudadanía y contra los mercados especulativos apoyando el ITF... a pocos días de la más que probable tanda importante de recortes que aplicará el nuevo Gobierno, creo que es un momento muy oportuno.

Saludos


Participo en las campañas www.itfya.org y EFFR pero este mensaje lo envío a título exclusivamente individual

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lunes, 19 de diciembre de 2011

Wikipedia, la Biblioteca Global del siglo XXI


Hay proyectos para tener una gran biblioteca que recoja toda la historia y el conocimiento de la humanidad, pero Wikipedia es una realidad en cuyo desarrollo y mejora tod@s podemos participar. Con el incendio de la Gran Biblioteca de Alejandría la humanidad perdió casi todo el conocimiento acumulado en la edad antigua; no me gustaría que nadie pudiera "quemar" Wikipedia y por eso, ahora que lo solicitan en el encabezado de su página mientras siguen "emitiendo" sin publicidad ni coste alguno para los usuarios; contribuyo con una pequeña donación y animo a la gente a hacer lo mismo.

Wikipedia es para mi es el mejor ejemplo del alma de Internet, la unión de millones de personas que comparten sus conocimientos sin ánimo de lucro. Hasta la fecha no he encontrado ningún artículo que fuera claramente tendencioso o falto de rigor científico y en entradas susceptibles de tener interpretaciones muy diferentes, Wikipedia es el mejor sitio para ver todas las diversas opiniones juntas con enlaces rápidos a los orígenes de cada información contrapuesta, evidenciando así la falta de consenso al respecto. Por todo ello a mi me parece que los controles sobre las entradas de información son razonablemente eficaces; si bien es cierto que desconozco como funcionan en detalle estos controles que sin duda son absolutamente fundamentales para el desarrollo y mantenimiento de cualquier biblioteca virtual.

En cualquier caso Wikipedia tengo que reconocer que me ha dado muchas satisfacciones en todos estos años en los que he aprendido muchísimo en sus páginas. Creo que es un medio genial para lograr una nueva Globalización que no sea exclusivamente Comercial y Financiera. Wikipedia es un poderoso aliado para la formación cultural de la humanidad, que es sin duda el mejor camino (y quizá el único que nos queda) para invertir el rumbo de la historia y que el mundo no sea solo un Mercado Económico Global, en el que las personas solo importan en función de su capacidad para trabajar y consumir. 

Saludos
Rober Gonpane

viernes, 9 de diciembre de 2011

Diagrama de NOLAN sobre la tendencia POLITICA

HACIENDO ESTE TEST BIEN HECHO SABRÁS TU TENDENCIA POLÍTICA.
Las preguntas son muy interesantes y el resultado puede sorprenderte porque están muy bien combinadas. Pone solo cuatro partidos de referencia de cada tendencia política, pero eso es lo de menos.

La verdad es que hubiera venido bien antes de las elecciones pero ahora... ¿lo estará usando la ejecutiva Federal del PSOE para orientarse de cara al próximo congreso? Espero que a algun@ os ayude a definirse en estos días inciertos en los que saber que pensar es un arte.

Saludos
Rober Gonpane

miércoles, 7 de diciembre de 2011

"Sobredosis" un documental para reflexionar sobre la crisis

Creo que ya había visto el documental "Sobredosis" el año pasado en una travesía "sin petroleo" que realizaría alguna de tantas noches; pero agradezco a la compañera de ATTAC que nos lo ha recomendado porque me refresca la memoria. No recordaba dónde había visto la rueda de prensa (minutos 8 a 12 del vídeo) en la que se incitaba a que todos cumplieran el "sueño americano" ¡comprando una casa! Además anima a las entidades financieras a que concedan créditos a los Americanos más desfavorecidos a los que había que ayudarles a conseguir su sueño porque el Gobierno respaldaría a las entidades que como Fannie Mae y Freddy Mac se comprometieran a facilitar el crédito. Lo curioso es que el que habla en esta rueda de prensa del 2002 no es un promotor inmobiliario contratado por el Gobierno, sino el mismísimo Presidente de EEUU George Bush, el hijo de su padre también Presidente y para más señas; el amigo de nuestro querido Aznar. Quizá fue nuestro por aquel entonces Presidente Aznar, el que animó a su amigo de Texas a sacar a los EEUU de la crisis del 2001 con una burbuja inmobiliaria, pues le había ido bien en España dando facilidades al sector de la construcción con medidas liberalizadoras, que alentaron la subida de los ya "imposibles precios de 1996" principalmente desde la Ley del suelo de 1998 con la que empezó la fiesta inmobiliaria de altos vuelos que tan brillantemente se describe en el vídeo "Españistan" que ya habréis visto muchos pero que merece la pena volver a reirse o llorar viéndolo. 

Pero todo tiene un fin y el "aterrizaje suave" de nuestro "boom" inmobiliario comenzó más o menos cuando también supimos por primera vez en el verano 2007, de los problemas de Fannie Mae y Freddy Mac y en otra memorable rueda de prensa, el Presidente Bush (el hijo de y amigo de) salió diciendo eso de "alomojo los Americanos han firmado hipotecas sin saber muy bien lo que firmaban" (lastima que no la tengo localizada en ningún vídeo aquella inefable muestra de inteligencia social que nos regalaron en algún telediario). Pero aquí en España todavía crecíamos por encima del 3% con la tasa de paro más baja de la historia y aunque los tipos de interés al alza amenazaban seriamente sobre todo a los hipotecados, decidimos seguir planeando para aterrizar sin sustos; eso sí, nuestro Ministro de Economía Pedro Solves, para contrarrestar la incipiente falta de liquidez, en la navidad de 2007 ya nos recomendó "comer conejo" por ser más barato que el tradicional cordero lechal. 

En la campaña de las elecciones generales de Marzo de 2008, Pedro Solves vapuleo en el debate televisivo a Manuel Pizarro, fichaje del PP para Economía que no convenció a nadie y al que de nada le sirvió después su "apolítica" gestión en Endesa contra el Gobierto. El PSOE ganó las elecciones con más de 11 millones de votos y 169 diputados (medio millón de votos más de los que ha sacado ahora Rajoy aunque este ha conseguido mayoría absoluta con 20 diputados más) y creciendo el país al 2.7% y con la tasa de paro similar a la de Alemania, no podía dar la razón al PP que hizo toda su campaña asustando con el fantasma de la crisis. Se ha dicho mil veces que ZP negaba la crisis en marzo de 2008 diciendo que era un "ajuste" típico después de un proceso expansivo. Pero salvo los que tenían intereses electoralistas (como el PP) o los que nunca los tuvieron (como ATTAC y muchas organizaciones que llevaban años advirtiéndolo) todo el mundo tenía el mismo discurso que Zapatero de evitar hablar de la crisis para que cundiera el pánico y se precipitara el deterioro de la economía. El Presidente de la Reserva Federal Bernanque y el Secretario del Tesoro de EEUU Henry Paulson, en otra rueda de prensa (si no me falla la memoria, recogida en "Inside Job") aseguraban al gran público en Marzo o Abril de 2008 que Bear Stearns, Fannie Mae y Freddy Mac resolverían sus dificultades y de Leeman Brothers y AIG ni siquiera se hablaba hasta el último verano de la vieja era. Pero en el otoño del 2008 ya nadie tenía dudas y todos supimos ya también de Leeman Brothers, de AIG, de las hipotecas subprime y de los rescates e inyecciones masivas de liquidez por parte de los Bancos centrales y con la garantía de los Gobiernos. Sin duda nuestra vida cambió, o nos la cambiaron y el aterrizaje suave de la economía y por supuesto de los precios de la vivienda, se convirtió en un aterrizaje forzoso con salida de pista.

Yo me compré mi primera vivienda justo antes de casarme en el 97 y tuve que pedir el 100% para lo cual nos tuvieron que avalar mis suegros y mi madre, y sin que con ello se pudiera pagar ni siquiera los gasto de la compra. La que me lo vendió se quejó cuando firmamos las escrituras de que ella había comprado en 1991 por un 40% menos y que como lo había escriturado por el 100% de la venta iba tener que pagar muchos impuestos... francamente no recuerdo con qué grado de indiferencia o amabilidad le contesté a semejante queja. El caso es que en solo dos años, mi hipoteca ya representaba solo el 50% del valor de mercado de mi vivienda y cuando decidí venderla en el 2005 (no para especular porque es mi primera y única vivienda, sino para tener más metros cuadrados al aumentar la familia y mejorar eso sí nuestra "la calidad de vida") obtuve 3.5 veces más de lo que pagué lo cual me sirvió para comprar mi maravillosa vivienda... con una hipoteca 3.5 veces mayor que la primera. 

No me siento orgulloso de estar hipotecado pero tampoco me siento culpable por haber vendido caro pues tuve que comprar aún más caro, lo que me convierte más en víctima que en cómplice. Por eso cuando me dicen ahora que los "ajustes" son necesarios porque "todos" hemos vivido por encima de nuestras posibilidades me niego a aceptarlo. Hay bastante gente (aunque son una minoría) que han hecho negocio con la burbuja (y no pocos que lo intentaron y fracasaron); pero la mayoría simplemente hemos vivido con mejor o peor suerte el tiempo que nos ha tocado vivir. Como bien sabían los que planifican a 25 años vista sus inversiones (25 años = 1 generación) los del "baby boom" como yo que soy de 1968, nos tendríamos que comprar casa (a las condiciones que pusiera el mercado porque no hay otras) en los años de la burbuja; y así ha ocurrido. Ahora tenemos infraestructuras para una España de 60 millones de habitantes (con un Madrid de al menos 15 millones) y como las grandes superficies y el El Corte Inglés, las viviendas y sus habitantes llegarán donde se han creado las infraestructuras por que al contrario sería muy poco rentable. Eso sí, tendremos que esperar unos añitos y cambiar el "cortoplacismo" con el que vivimos (que ni siquiera llega ya a los periodos electorales de cuatro años) y empezar a pensar como los grandes inversionistas que siempre nos sacan 25 años de planificación.

La actual crisis de las deudas soberanas y el Euro se empezó también a fraguar hace 25 años y quizá ahora sea demasiado tarde para salvar nuestros Estados del Bienestar tal y como los tenemos. El Capital aceptará una "quita" de nuestra deuda porque no tendrá más remedio, pero nos obligará a aceptar otra "quita" en nuestros Derechos ciudadanos. La lucha será muy larga y no hay soluciones rápidas para combatir sus medidas de choque urgentes; salvo aquellas (como las de salirse del sistema a las bravas) que quizá sean buenas para nuestro orgullo, pero que terminarían teniendo peores consecuencias para la ciudadanía de las que se quieren evitar.

Saludos


Participo en la campañas www.itfya.org y EFFR pero este mensaje lo envío a título exclusivamente individual



viernes, 2 de diciembre de 2011

El gran engaño del crecimiento continuo y sostenible

Ecologistas en Acción es, entre otras muchas cosas, una de las organizaciones que participan en la campaña www.itfya.org por la imposición de un Impuesto a las Transacciones Financiera y el fin de los Paraísos Fiscales. En este interesante artículo La insostenibilidad de la deuda en el capitalismo que publicaron recientemente, se habla de ecología y economía, conceptos normalmente e interesadamente contrapuestos aunque por lógica deberían ir siempre de la mano.

Siempre he estado convencido de que el crecimiento continuo en un sistema cerrado y limitado como es la Tierra es una imposibilidad física evidente, por lo que me resulta increíble que sea imposible plantear (sin que te tomen por loco) que el crecimiento no es una solución a largo plazo a los problemas de la humanidad.

El problema es que las magnitudes planetarias son tan grandes, que resulta fácil desmontar la teoría de la necesidad de la estabilización o incluso el decrecimiento selectivo y controlado; basta con que admitan que realmente el crecimiento continuo es imposible a largo plazo pero diciendo que todavía nos quedan 200 años (o dos millones) de crecimiento sin problemas. Los negacionistas del cambio climático insisten en que "el viento Solar" tiene mucha más influencia en el clima que la acción del hombre que resulta despreciable frente a los fenómenos naturales y que por tanto no es digna de tanta atención. 

Evidentemente el Sol e incluso la Tierra es muy grande y resulta fácil confundir a la población con tales argumentos, sobre todo contando con que en realidad es un problema muy complejo en el que poca gente puede profundizar con rigor.

Si después de leer el artículo en la página de Ecologistas en Acción (también lo copio más abajo) sobre el tema de las tres formas de crear el dinero, os adjunto la guía del curso de "Finanzas básicas para activistas altemundistas" que genialmente imparten desde hace varios años Ricardo Zaldivar y Daniel Vila de Attacmadrid y al que tuve la suerte de asistir el año pasado. Entre las páginas cinco a diez se explica perfectamente el mecanismo de generación del dinero del que habla el artículo de Ecologistas en Acción.

Averiguar los mecanismo de la creación del dinero es lo que me llevó a mi hace tres años (cuando estallo la crisis y nos dijeron que tenían que garantizar los Estados hasta los ahorrillos de nuestra cuenta) a empezar a leer sobre economía y finanzas: cuantas horas me habría ahorrado si hubiera sabido antes de ATTAC. Descubrir lo que es en realidad el dinero y como y quién lo crea, es realmente sorprendente y la inmensa mayoría de la población no se lo puede creer. Es un concepto básico (y por eso se trata en las primeras páginas del curso) para comprender los orígenes de esta crisis que empezó siendo financiera y crediticia, luego económica, luego y ahora una crisis de deuda que nos llevará de nuevo a la crisis económica...pero de lo que no se habla tanto es que es una profunda crisis del sistema monetario internacional (1) que en definitiva es la madre de todos los problemas.

Saludos
Rober Gonpane
(1) Por no hablar nuevamente de algo de lo que cada día estoy más convencido a medida que profundiza el problema de la crisis de las deudas soberanas que amenazan al Euro y a toda la Unión Europea: No es solo una crisis financiera, es una guerra entre modelos sociales

La insostenibilidad de la deuda en el capitalismo
20 de noviembre,

El interés compuesto nos empuja a un imposible crecimiento continuo.
Susana Martín Belmonte, economista autora de Nada está perdido, Luis González Reyes, Ecologistas en Acción. Revista El Ecologista nº 71.

En una crisis sistémica como la actual, es sorprendente que todas las soluciones que se están planteando, incluso desde algunos sectores críticos, estén enfocadas a volver al crecimiento económico. Sin embargo, la crisis responde a la misma lógica que la fase de auge anterior. Se trata de la lógica del crecimiento infinito del sistema económico. La necesidad de crecimiento permanente responde a la deuda insostenible que genera el tipo de interés, elemento clave de los mercados financieros.

La creación de dinero y de deuda

Vivimos en el momento histórico de mayor creación y existencia de dinero. Pero, ¿cómo se crea el dinero?

El Banco Central Europeo (BCE) es uno de los entes que crea dinero en la UE. Lo hace mediante subastas de euros periódicas en las que pone una cantidad en circulación. Los bancos también producen dinero cuando prestan dinero por encima de los depósitos que tienen. Además, las empresas pueden crear dinero, por ejemplo las ampliaciones de capital son nuevas acciones que ponen en circulación en los mercados financieros. Con ello generan nuevo dinero financiero (acciones) y consiguen nuevo capital para su actividad.

Todas estas formas de creación de dinero serían sin deuda. Pero entonces, ¿dónde aparece la deuda? La deuda surge justo después de crear el dinero, al ponerlo en circulación. Cuando el BCE crea euros no se los da a los bancos gratis, sino que pone un tipo de interés. De este modo, cuando el Santander toma dinero del BCE tendrá que devolverle algo más de lo que pidió, generando una deuda mayor que el préstamo.

Por lo tanto, es evidente que siempre habrá una deuda mayor que el dinero existente para devolverla. Así existe una escasez irresoluble de dinero, por más dinero que se emita, siempre habrá una deuda mayor.

Además, para obtener liquidez, los Estados, bancos y empresas necesitan recurrir, masiva y habitualmente, a la petición de préstamos para su funcionamiento cotidiano. Como esto se realiza con un interés compuesto (el BCE pone un tipo de interés del 1% al Santander, pero este presta luego el dinero al 4%, por ejemplo), esta circulación de préstamos hace que el monto total de deuda se incremente más.

Una vez que vencen los plazos de devolución de la deuda, es habitual que no se restituya, sino que las entidades pidan nuevos préstamos con los que devolver capital e intereses de deudas pasadas, incrementando la deuda total aún más. También es digno de mención el efecto de las agencias de calificación de riesgos sobre el crecimiento de la deuda, ya que estas agencias pueden influir (en ocasiones de forma torticera, según diversas denuncias que han recibido) para que el tipo de interés que necesita pagar un país o empresa por endeudarse se incremente sin razón que lo justifique.

Finalmente hay otro elemento importante. La imagen tradicional del oro respaldando los billetes en circulación ya no es válida. En 1971 el dólar dejó de estar anclado al oro y dos años después, en cascada, el resto de monedas mundiales dejaron de estar ligadas al dólar. Desde ese momento, la creación de dinero ha vuelto (como antes de la II Guerra Mundial, en esas épocas del crac del 29) a no tener ningún límite físico. Ya no hay lingotes de oro en las arcas de los bancos centrales que respalden el dinero en circulación. Esto ha tenido múltiples consecuencias y una de ellas ha sido la creación de dinero de la nada de forma acelerada.

Pero, si no hay ningún valor detrás del dinero, ¿qué es lo que le respalda? En realidad lo que da credibilidad al dinero es que creamos que nos lo van a aceptar como medio de pago y que lo vayamos a tener disponible. Por eso, el límite a la creación de dinero en la práctica es el índice de inflación. Una alta inflación implica que podemos comprar menos cosas con el mismo dinero, es decir, que el valor del dinero es menor porque hay demasiado en el mercado. Mientras el nivel de precios no aumente por encima de ciertos niveles, no hay ninguna limitación práctica al volumen de dinero en circulación.

Aparte de esto, garantizar la disponibilidad del dinero en el banco es esencial. Lo que permite crear dinero a un banco es que no vayamos en masa a retirar nuestros fondos de él (lo que sería imposible pues no los tiene disponibles sino que está especulando con ellos). Y en cuanto a los bancos centrales, lo que les permite crear dinero es que confiamos en que esos billetes son un depósito de riqueza. La confianza es lo que sostiene hoy día el dinero. Por eso se dice que el dinero es una convención.

¿Por qué el límite de la inflación no supone hoy día demasiado límite? Por la sencilla razón de que cuando suben de forma generalizada los precios de los activos no se denomina inflación. Por ejemplo, la vivienda dejó de formar parte de la cesta de bienes y servicios con los que se calcula el índice de precios al consumo (IPC) mientras era ministro Rodrigo Rato y se estaban gestando las bases para la burbuja inmobiliaria que sobrevendría después. Hemos asistido a una burbuja financiera tras otra: la de las punto com, la urbanística o la de las materias primas. Estas burbujas están alimentadas, en última instancia, por una creación de dinero brutal.

En resumen, todo esto provoca una situación paradójica, cuanto más dinero se pone en circulación, más crece la deuda y, en definitiva, más escaso es el dinero. Al mismo tiempo, cuanto más escaso es el dinero, más dinero tiende a ponerse en circulación.

Mantenimiento de un sistema endeudado

Entonces, ¿cómo se mantiene este sistema que produce deudas crecientes que no pueden ser devueltas? Pues con la estrategia del patadón pa'lante: el sistema toma prestado contra el futuro sobre la base del crecimiento continuo. Quienes han recibido los préstamos prometen que devolverán las deudas sobre la base de la riqueza generada por el crecimiento futuro.

Este crecimiento, como muestran todos los indicadores, solo es posible con un consumo en aumento de materia y energía, que además es cada vez en mayor porcentaje de origen no renovable [1]. Pero este consumo creciente de materia y energía es imposible en un planeta con unos recursos cada vez más escasos, como es el caso de los combustibles fósiles. El dato más relevante es que la Agencia Internacional de la Energía ya ha confirmado que en 2006 se atravesó el pico del petróleo convencional [2], momento que indica un inexorable declinar de la principal fuente energética. De este modo, no existe capacidad de crecimiento para devolver la inmensa burbuja de deudas.

Además de la imposibilidad de crecimiento continuado, hay un problema de cantidad. El monto de deuda existente en el mundo es de unos 158.000.000 millones de dólares, de los cuales el 75% es deuda privada. La española asciende a 5.400.000 millones de dólares (4 veces el PIB), de los cuales solo el 16% es deuda pública, el resto está en manos de bancos y empresas (64%) y hogares (20%) [3].

Las burbujas especulativas se han ido sucediendo unas a otras. Tapando los efectos perversos de la anterior con más financiación para alimentar a la burbuja siguiente. En esto se traduce la solución de volver a crecer, en una escalada de deuda que ha llegado a unos volúmenes intolerables.

La única forma de parar esto es dejar de devolver parte de la deuda, una estrategia que también contempla el sistema: son sus crisis periódicas.

El poder financiero

Los enfoques tradicionales marxistas atribuyen el poder económico a la propiedad de los medios de producción, de los que el capitalista extrae la plusvalía. El capitalista lleva a cabo el ciclo capital-dinero: invierte dinero en insumos y medios de producción, con ello produce un bien o servicio que lleva al mercado, donde se vende y de este modo se vuelve a convertir en un dinero en el que está comprendida la plusvalía (beneficio).

Pero la nueva realidad financiera, la posibilidad de crear dinero de la nada, ha provocado cambios importantes en esta forma de ejercer el poder económico. Ya que las nuevas condiciones del sistema monetario y financiero han creado una fuente de financiación abundante que permite crecer al capital a velocidades mucho mayores, y así, acceder a más mercados, obtener economías de escala y conseguir una rentabilidad mucho mayor. Y la llave de todo esto la tiene el poder financiero. De este modo, si el capitalista propietario de los medios de producción tiene la capacidad de extraer la plusvalía, el capitalista financiero tiene la capacidad de multiplicar esa plusvalía (y el volumen de operaciones de la empresa), desbancando a la competencia.

Así, la clave del poder económico en nuestros días es el capital financiero. Ya no se trata de quien posee los medios de producción, sino de quien controla la financiación. Ese poder es todavía mayor desde que la progresiva concentración en el sector financiero ha permitido la creación de entidades demasiado grandes para caer, entidades cuyas pérdidas se socializan, mientras que sus ganancias se privatizan.

Pinchando la burbuja de la deuda

El inevitable deshinchado de la deuda puede ser de formas muy distintas. Grosso modo, los principales poderes están intentando que se pague lo más posible de la deuda contraída con la banca y los fondos de inversión especulativa a costa de bombear recursos desde las clases populares (incluido el pequeño empresariado). Esto se está haciendo con el desmontaje del Estado del bienestar y con una imposición fiscal cada vez más regresiva.

Pero las clases populares no han sido las que han tomado las decisiones que llevaron a la financiación de la burbuja especulativa del mercado inmobiliario. Tampoco han participado en la decisión de rescatar a la banca pero no a las personas, evitando quiebras bancarias pero no desahucios de hogares. Todo ello para sostener un modelo de imposible crecimiento infinito. Además, la gran mayoría de la deuda es de origen privado en manos del gran capital, aunque se esté convirtiendo progresivamente en pública por vía de los rescates bancarios. La situación actual visualiza que el poder financiero es el poder hegemónico de nuestro tiempo, los gobiernos democráticos se postran ante él en una deudocracia.

Por todo ello es el momento de que la ciudadanía tome el poder del dinero. Es el momento de empezar a hablar de que la deuda es impagable, que no pertenece a la inmensa mayoría de la población, que hay que auditarla y, simplemente, dejar de pagar la que se ha empleado para la destrucción ambiental y social.

Esto implica una oportunidad para recuperar lo común o, por lo menos, una parada en el expolio de lo público con la excusa de la devolución de una deuda impagable, injusta e insostenible. En definitiva, ilegítima.

Sin embargo esto solo es una parte de la solución, es lo que nos permitirá vaciar la inmensa bañera de deuda que existe.

La necesidad de un nuevo sistema

La otra parte de la solución es cerrar el grifo de la deuda insostenible que genera el sistema monetario y financiero actual, impedir que vuelva a crearse (llenarse la bañera) y que esto nos lleve a continuar la suicida carrera del crecimiento continuado. Para cerrar el grifo de la deuda tenemos que socavar sus bases: habilitar fuentes de creación monetaria que no consistan en el préstamo a interés.

Pero el tipo de interés es un elemento imprescindible de los mercados financieros. Y los mercados financieros son los que asignan los recursos, los que dan los préstamos. Sin tipo de interés ni mercados financieros, necesitamos un nuevo mecanismo para asignar el crédito de forma eficiente y acorde a las necesidades de la ciudadanía. Por lo tanto, un sistema económico sin interés implica otra teoría económica [4].

¿Cómo funcionaría este nuevo sistema económico? En él, el dinero (la deuda) se crearía, poniéndolo en circulación sin interés, para poner en marcha la producción de un bien o servicio que la sociedad considera interesante. Todo aquello que una empresa comprara a otra empresa serviría para compensar la deuda de la empresa proveedora y aumentar la de la empresa cliente, y de este modo la deuda irá transmitiéndose de una empresa a la siguiente. Además, todas las empresas generarían pagos a sus empleados/as, lo que pondría el dinero en manos del público. En cualquier caso, tanto la deuda, que se movería en el círculo empresarial, como el dinero que terminase en el bolsillo de los/as trabajadores/as, tendría un final: desaparecer en el consumo último de bienes y servicios por compensación de saldos (deuda contra dinero). De este modo, en este sistema económico el dinero (la deuda) nace, realiza su función, y muere en el consumo final.

En un sistema monetario y financiero sin interés las deudas no serían imposibles de devolver y tampoco sería necesario el crecimiento permanente, con lo que el volumen de dinero en el sistema (y la producción económica) se mantendría a escala humana. En todo caso, sería necesario analizar si la creación de dinero debiera estar anclada a algún tipo de límite físico de nuestro planeta.

Los cambios acaecidos en los últimos tiempos nos sitúan en circunstancias diferentes en las que esta nueva teoría económica es posible. En la actualidad el 90% de la masa monetaria es digital: consiste en anotaciones en cuenta accesibles por medios telemáticos. Este nuevo tipo de dinero tiene potencialidades poco exploradas. Un sistema de dinero digital transparente podría permitir, por ejemplo, la diferenciación del dinero puesto al servicio de la producción de bienes y servicios, del dinero como instrumento especulativo. Esto permitiría financiar la actividad productiva necesaria y, al mismo tiempo, no financiar las burbujas especulativas, lo que nos llevaría a la erradicación de las crisis financieras.

La soberanía financiera ciudadana se materializaría en un control social del crédito, es decir, que se decidiese democráticamente en qué invertir y que esta decisión no la tomase la banca. Una experiencia en este sentido es COOP57 [5]. Esto tendría muchos efectos beneficiosos. Por un lado, probablemente cambiaría el modelo productivo facilitando su racionalización ecológica. Sin necesidad de crecimiento infinito, no habría necesidad de obsolescencia programada, ni de promover el consumismo. Las personas podrían fomentar la financiación de la producción de bienes más duraderos, reciclables o reutilizables, ejerciendo su derecho a tomar parte en la creación de su destino como sociedad.

A largo plazo, otro efecto beneficioso sería la posibilidad de repartir el empleo sin bajada de los ingresos de los/as trabajadores/as, para disfrutar del ahorro de mano de obra que se origina en los aumentos de productividad en forma de ocio, en lugar de sufrirlo como desempleo. Al no haber necesidad de crecimiento constante y existir un control democrático de la economía, el objetivo del pleno empleo podría alcanzarse repartiendo el trabajo.

Para que este sistema sea posible, haría falta libertad para utilizar una banca sin intereses. Pero también escapar del monopolio de la moneda de curso legal que nos impone el poder financiero, para poder crear nuevas monedas que persigan la satisfacción de las necesidades humanas y no la retribución del capital financiero, y en la que los criterios para otorgar financiación fueran decididos por la gente que participa en estas monedas.