domingo, 28 de agosto de 2022

Lo que se siente "sin querer".

Si bien en un momento de ofuscación se dicen cosas de las que luego nos arrepentimos, también es cierto que se son cosas que "se dicen sin querer" pero que de alguna forma sentimos, aunque nos parezcan injustas, falsas y deplorables tras una oportuna reflexión.
Las cosas que se "sienten sin querer" son embriones de sentimientos básicos y puros, que da igual si se quieren o no tener. Se sienten al margen de la razón, la educación social, e incluso en contra de los propios intereses, pero configuran y condicionan la opinión general sobre la cuestión de fondo.
Desgraciadamente este comportamiento imprevisible y generalmente inoportuno, es demasiado frecuente en los humanos tanto a nivel personal como social, y es la causa de muchos de los errores (y de algunos aciertos) que se producen cuando en lugar de "la cabeza", se usa "el corazón" fuera de las especificaciones de uso de este poderoso músculo.

Saludos
@noeslomismo.org

No es que esto se me ocurriera pensando frente al mar, pero es en situaciones relajantes como la de esta foto cuando surgen estas reflexiones, y un entorno relajante como este puede ayudar pero lo realmente importante es tener la mente tranquila y el estrés en el armario.



 

domingo, 14 de agosto de 2022

Yayo Herrero: Contra el Capitalismo del desastre.

"La permanencia constante en la abstracción es el privilegio de quienes no tienen la obligación de ocuparse de lo concreto."

"Con todo respeto, me atrevo a sugerir autocontención, humil-

dad y silencio en los momentos en los que solo podemos expresar

rabia o desprecio por la postura del otro, aunque se revista de la

consabida pátina de racionalidad o creamos saber cómo hay que hacer las cosas."

Solo por estos dos párrafos ya merecería la pena leer este artículo de Yayo Herrero en la revista CTXT (Contexto), que copio al final por si el enlace al original no funcionara y para tenerlo a mano cuando me den ganas de no callarme y argumentar contra quienes en el fondo tienen objetivos muy parecidos y los mismos enemigos.

Yo también me niego a etiquetarme como colapsista, ambientalista, defensor o detractor de los ODS -  Objetivos de Desarrollo Sostenible - o cualquier otra subdivisión que se quiera hacer, entre tod@s los que nos sentimos defraudados (que no sorpredidos) en 2015 cuando finalizó el plazo (sin éxito) de los Objetivos del Milenio, la también bientencionada lista de buenos propósitos de la ONU para el siglo XXI.

Saludos

@noeslomismo.org

Contra

el capitalismo

del desastre











Yayo Herrero: Contra el Capitalismo del desastre.
Llevamos varios meses leyendo y escuchando en me-
dios de todas las tendencias que a partir del otoño se
desencadenará una profunda crisis humanitaria. Se
anuncia que, como siempre, afectará más a los países
y sectores de población empobrecidos y que partes
crecientes de población, que no están o no se perciben en riesgo,
engrosarán los porcentajes de empobrecimiento.
Las noticias detallan la confluencia de una serie de factores
que provocan una tormenta perfecta. Los efectos de la crisis del
coronavirus, la crisis energética y la falta de fertilizantes químicos
provocada por la agresión de Rusia a Ucrania, o la disminución
de los rendimientos de las cosechas a causa del cambio climático
son algunos de los que se están destacando en mayor medida.
A la vez, la sucesión de olas de calor, los incendios inapaga-
bles, la amenaza de déficit hídrico, que tarden dos semanas en
darte cita con el pediatra o la subida generalizada de los precios
de alimentos y materias primas, van sumando y provocan una
percepción generalizada de inquietud, tristeza y enfado ante el
desmoronamiento de algunas certezas anteriores, de eso que lla-
mábamos normalidad.
Todo esto ya existía, pero ahora muchos medios de comuni-
cación exponen un presente y futuro distópico. Es una novedad.
Hasta ahora, las crisis materiales interconectadas estaban camu-
fladas y el futuro, tecnológico y moderno, aparecía como un ho-
rizonte esperanzador y deseable. Ahora, dependiendo del color
político del medio, o se buscan chivos expiatorios que canalicen
la rabia y el miedo, o se ofrece un repertorio de soluciones perso-
nalizadas que se resumen en apriétese individualmente el cintu-
rón, búsquese la vida o pase de todo y disfrute, mientras avanza
la dinámica de acumulación, acaparamiento, explotación y ero-
sión de los derechos. Es el capitalismo del desastre.
Lo que a mí más me preocupa es lo que sucede en los ámbitos
progresistas, en las izquierdas y en muchos movimientos socia-
les. Estamos ante el avance de una crisis humanitaria conocida,
prevista desde hace tiempo, que genera comentarios tipo «la que
se va a liar» o «se está preparando una buena», pero ante la que
no hay capacidad de respuesta. Me preocupa la sensación de im-
potencia –e incluso pereza– política a todos los niveles. El exponente más triste de la pérdida del sentido histórico y político es lo que sucede en los lugares –demasiados, por desgracia– en
los que las izquierdas asumen la inexorable llegada de un gobier-
no de derecha y ultraderecha, y dedican el grueso del tiempo no
a tratar de evitarlo, sino a destrozarse entre sí.
Creo que los movimientos sociales y las izquierdas institucio-
nales se tienen que responsabilizar y actuar coherentemente con
los diagnósticos que se hacen. La cuestión es ver si se puede in-
tentar estar a la altura del momento histórico que nos ha tocado
vivir.
Me da rabia que algunas de nuestras mentes más brillantes,
con mejor o peor estilo, dediquen tanto tiempo y parte de su in-
dudable talento a acusarse mutuamente de maximalistas e intole-
rantes, de reformistas o flojos, o a pontificar desde la estratosfera
de las redes sociales, qué es lo que el pueblo puede ser o no capaz
de entender. Detesto los estériles debates entre los catalogados
como colapsistas y los calificados como newgreendealistas. Me
cargan las alharacas, un tanto machunas, y excesos en los hilos
de Twitter y artículos, las acusaciones mutuas de superioridad
intelectual o de ignorancia.
Todos los contendientes reconocen y comparten que esta or-
ganización social se desmorona y que este desmoronamiento no
es un botón que se aprieta y todo salta por los aires, sino una
degradación paulatina material, política y social que erosiona
desigualmente las condiciones de vida de la gente y favorece el
crecimiento de la desigualdad y la emergencia de la xenofobia, la
misoginia y la violencia.
Comparten, también, la necesidad de transformaciones rápi-
das que conduzcan a la disminución del extractivismo y de las
emisiones, a la adaptación a la «nueva normalidad» del cambio
climático y del declive de energía y materiales, de forma que se
puedan garantizar la cobertura de las necesidades de las perso-
nas, a la vez que se hace hueco al resto del mundo vivo y se
favorecen la restauración y regeneración del funcionamiento de
los ecosistemas. Ya es mucho compartir, me parece a mí. Las ma-
yores diferencias se establecen en torno a los ritmos y las estra-
tegias sociales, políticas y/o electorales para lograrlo. Pues bien,
no hace falta ponerse de acuerdo en todo. Pueden y deben inten-
tarse transformaciones en todos los ámbitos. Que cada cual em-
puje donde crea que es más útil.
En mi opinión, es una obligación conseguir que instituciones
renovadas, como poco, dejen de obstaculizar, y deseablemente
abran paso a otras políticas y a otros discursos sociales. Es ver-
dad que los cambios institucionales siempre parecen pocos, pero
esos pocos tienen una importante repercusión sobre las vidas
de la gente. Mantener una sanidad y educación públicas, apostar
por un cuidado digno de la vida de las personas mayores, garan-
tizar derechos y suministros básicos para todas, proteger el te-
rritorio…
En definitiva, blindar un suelo mínimo de necesidades para
todos y todas en el corto y medio plazo necesita de la política pú-
blica, y obviamente, no da igual quien gobierne. Cualquiera que
estudie, por ejemplo, la política pública en Barcelona, encontrará
evidentes y enormes diferencias con la de Madrid. No será todo a
lo que aspiramos pero no saber encontrar y reconocer la diferen-
cia es un ejercicio irracional y peligroso.
Por otra parte, es más que obvio que alcanzar las institucio-
nes no garantiza tener poder. Y si no tienes detrás a los grandes
medios, a grandes fortunas o al poder financiero y económico;
si te vas a encontrar con la acción de entramados y cloacas que
mienten, confabulan y conspiran, la única forma de llegar y per-
manecer sin claudicar es contar con un apoyo social organiza-
do y sólido, que esté dispuesto a exigir –y a exigirte– debates,
acuerdos y rendición de cuentas.
Los movimientos sociales, por su parte, también tienen la obli-
gación de organizar la resistencia, presionar, desobedecer, abrir
camino, disputar la hegemonía cultural, poner en marcha alterna-
tivas, construir laboratorios de experiencias y tejer núcleos co-
munitarios.
Es absurdo y poco fino tildar los movimientos sociales de inúti-
les o maximalistas. El movimiento ecologista que yo conozco ha
sido capaz de aplicar en todo momento un tremendo pragmatis-
mo utópico. Se han elaborado estudios e investigaciones crucia-
les. Hemos peleado los avances en las leyes, artículo por artículo;
hemos alegado con rigor contra cientos de proyectos, chapuzas
y desastres y se han llegado a acuerdos con gobiernos de todos
los colores sin perder de vista ni dejar de intentar construir una
alternativa que cambiase de raíz las bases de las relaciones con
la naturaleza y entre las personas.
No dudo que quienes hablan de un movimiento ecologista in-
flexible y dogmático se hayan encontrado con personas así pero,
a veces, se hacen afirmaciones de trazo grueso poco dignas de la
finura y capacidad de quienes las hacen. No es, desde luego, mi
experiencia y me encantaría que la capacidad de debatir, escu-
char, cambiar el propio punto de vista, generar liderazgos com-
partidos, intentar resolver creativamente los conflictos internos,
y respetar y apreciar a los y las compañeras que yo he vivido se
extendiese a otros movimientos o a los partidos.
Creo, como dice Bruno Latour, que la racionalidad ecologista,
que reconoce las dependencias materiales humanas y los límites
es la más necesaria en el momento actual. Soy poco dada a los op-
timismos naíf preelectorales y cada vez me carga más el adjetivo
ilusionante como pin que se autoprende en el pecho quien quiere
ilusionar. La ilusión, el compromiso y la fuerza no los genera des-
de luego un informe con datos, pero tampoco una lista electoral
que no esté fuertemente conectada con un movimiento de base.
En este momento de incertidumbre y bajona generalizada, creo
que conviene nombrar a las cosas por su nombre, no eludir los
grandes conflictos, que mucha gente intuye.
Nombrar y diseccionar los problemas no es catastrofista. Hay
una tendencia a confundir los datos con la catástrofe. La catás-
trofe no son los datos por malos que sean. Lo catastrófico es ex-
traviar la pulsión y el deseo intenso de estar vivos, de permane-
cer con vida. Y lo terrible en el plano político es no extender esa
pulsión a la vida de todos y todas.
Sería catastrofista pensar que no hay nada que hacer ante los
datos, que los seres humanos somos un virus, que la historia está
escrita y marcada por el determinismo energético, climático o de
cualquier otro tipo, que el devenir material y político sigue una
trayectoria inexorable o inevitable. La historia no está escrita y
podríamos hacer que pasen muchas cosas que eviten o mitiguen
las proyecciones más negativas.
La economía doméstica, las pensiones, o que se pague un segu-
ro de entierro, muestran que las personas son capaces de prever
y renunciar a algunos bienes en el corto plazo para hacer menos
incierto el futuro. Es catastrofista pensar que los seres humanos
estamos incapacitados para desarrollar una racionalidad de la
precaución y la cautela.
Pero, en mi opinión, también es tremendamente catastrofista
declarar de forma taxativa que lo que sería necesario hacer para
afrontar el desmoronamiento de los sistemas socioeconómicos
fosilistas en tiempos de cambio climático es inviable políticamen-
te. Es otro tipo de determinismo, que viene marcado por la falta
de confianza en lo que las personas pueden comprender y cons-
truir en común.
Si lo necesario en tiempos de potenciales catástrofes es perci-
bido como políticamente inviable, entonces ¿para qué la política?
Esa afirmación, la de que lo que necesitamos sea inviable, sí que
me asusta y me desanima. Si lo necesario no es viable ¿cómo se
van a sostener las vidas? ¿Qué vidas son las que se van a priori-
zar? ¿Cuáles son las que se van a abandonar? ¿A quién –como se
preguntaba Javier Padilla en su libro– vamos a dejar morir? La
ultraderecha lo tiene claro, y por ello en su discurso quiebra la
razón humanitaria. En su lógica, como no caben todos, hay per-
sonas a las que hay que abandonar. Para hacerlo con comodidad
les retira su condición de humanidad y las declara amenaza.
Quienes creemos, como dice Judit Butler, que toda vida per-
dida merece ser llorada, que todas las vidas valen, no podemos
renunciar a lo necesario. Es por eso que creo que la idea de lo
posible no puede ser un horizonte político. Es un peligro que el
alivio y descanso que produce centrarse en eso indeterminado
y ambiguo que llamamos lo posible, haga tragable no llegar a lo
necesario. Otra cosa es que haya que construir las condiciones
de viabilidad, pero si divorciamos el propósito de la política de la
persecución de lo necesario, entonces, creo que la política corre
el riesgo de desorientarse.
El decrecimiento de la esfera material de la economía es un
dato. El declive de energía y materiales, o la disminución de co-
sechas en las que incide el cambio climático o los problemas de
agua son un hecho. Ni el modelo alimentario actual, ni el de trans-
porte, ni el energético, ni el de consumo se sostendrán en un con-
texto de contracción material. Sufrir contracción material en el
orden económico y político actual, sin transformar las relaciones
que se dan en él es situar la política en la balsa de la Medusa, en
donde las únicas opciones son matar o morir.
Quienes no queremos matar o morir debemos esforzarnos por-
que el marco de relaciones y el tablero político sea otro. A mí solo
se me ocurre uno basado en el principio de suficiencia –como
derecho y como obligación–, el del reparto de los bienes y los
deberes, y el de la sostenibilidad de la vida, de todas las vidas,
como principio organizador de la política.
Es obvio, que hay que empezar forzando el umbral de lo posi-
ble, de modo que lo acerquemos cada vez más al de lo necesario.
Podemos aprender de otros. La apuesta, por ejemplo, de Gustavo
Petro y Francia Márquez por un vivir sabroso, consciente de los
problemas territoriales, de la violencia brutal, del extractivismo,
del cambio climático, es un esfuerzo por cambiar el escenario,
por salir de la balsa de la Medusa y construir otras en las que
quepamos todas.
O la de Chile. Llegué a Chile con mi compañero el 26 de octu-
bre de 2019. Días antes de ir, quienes organizaban las charlas que
yo iba a dar me advertían que era posible que no hubiese mucha
receptividad ni asistencia. «Aquí no se mueve nada», decían. La
doctrina del shock aplicada en Chile se había convertido en el pa-
radigma del éxito neoliberal en América Latina. Me contaban que
tantos años de individualismo fomentado, de inexistencia de lo
común y lo público y de educación neoliberal, habían hecho que
no hubiese ningún tipo de posibilidad de mover nada. Solo había
algunos movimientos de protesta sectorial: los pensionistas, el
movimiento contra los peajes en las carreteras, la juventud, las
afectadas por problemas de salud mental, la defensa de las fuen-
tes de agua, los feminismos…
El 19 de octubre se había producido el estallido social que na-
die había previsto. Los editoriales de los periódicos se pregunta-
ban cómo era posible que no lo hubiesen visto venir. Los sectores
progresistas en el gobierno tenían miedo de que en una sociedad
desvertebrada, el desorden desembocase en una suerte de esta-
do fallido manejado por mafias y cárteles de diferente tipo. Pero
no fue eso lo que sucedió. La gente se articuló en asambleas y
cabildos barriales o municipales y empezó a hablar.
Mirando el cuaderno que escribí durante aquel viaje, encuen-
tro lo que me dijo una mujer de Buin, cerca de Santiago de Chile,
cuando hablaba de la represión del estallido: «Se está haciendo
una deconstrucción a palos de lo que nos enseñaron que era la
calidad de vida». Se produjo un movimiento inesperado de en-
cuentro, cooperación, lucha y reconstrucción. Emergió la convic-
ción de que hacerse cargo unos de otros era imprescindible y de
que es imposible garantizar vejez ni juventud digna si no se cons-
truye colectivamente.
Lo que los sectores progresistas en el Gobierno consideraban
posible en Chile estaba tan separado de lo que era necesario, que
la gente se arremangó para construir un nuevo marco que hiciera
que vivir con dignidad fuese una posibilidad.
Esa explosión comunitaria no surgió de la nada, sino que se
condensó alrededor de pequeños coágulos de encuentro y orga-
nización previos. La lucha por las pensiones dignas, la rebelión
contra los peajes de pago, la resistencia en las zonas de sacrificio,
las violencias machistas, el colonialismo… De no haber existido
esos pequeños tumores dentro de la normalidad, hubiese sido
difícil articular un movimiento que en dos meses se atrevía a pro-
yectar un nuevo horizonte de deseo.
En septiembre se someterá a votación la nueva constitución, la
primera que piensa en cómo se puede organizar la vida en común
en un contexto de translimitación y cambio climático. Espero que
se apruebe, pero en cualquier caso el camino político está inicia-
do, y ha quedado demostrado que las personas en poco tiempo
son capaces de comprender, articularse y cambiar el marco polí-
tico en el que desean vivir.
Ojalá cuando lleguen los momentos convulsos a nuestras so-
ciedades –que llegarán– tengamos tantos núcleos de comuni-
dad y apoyo mutuo que permitan que sea más fácil que surjan
movimientos de cooperación y reconstrucción que dinámicas de
todos contra todos.
Hace mucho que decidí no perder ni un rato en pelearme con
aquellos de los que no me separa gran cosa. Me interesan los
debates teóricos solo si tienden lazos y se dejan permear por lo
que sucede en los territorios y en los cuerpos concretos y me
parecen absurdos y contraproducentes si su resultado es el de
establecer categorías estancas que solo aportan diferenciación
o atrincheramiento. La permanencia constante en la abstracción
es el privilegio de quienes no tienen la obligación de ocuparse de
lo concreto.
Con todo respeto, me atrevo a sugerir autocontención, humil-
dad y silencio en los momentos en los que solo podemos expresar
rabia o desprecio por la postura del otro, aunque se revista de la
consabida pátina de racionalidad o creamos saber cómo hay que
hacer las cosas. Recomendaría que de vez en cuando leamos del
tirón nuestros propios tuits de los últimos meses y revisemos si
hay coherencia entre las prioridades que definimos y a quién le
damos cera.
No olvidemos que, por el momento, a ninguno nos están salien-
do muy bien las cosas y que las lecciones que damos desde todas
las partes no están avaladas por una práctica exitosa o ganadora
en términos de máximos. No caigamos en el error de pensar que
hemos ganado cuando perdemos menos que otros.
Hay tanto, tanto, por hacer que seguro que al menos parte del
camino lo podemos caminar con otros diferentes y, si no es así,
no pasa nada porque esos caminos sean paralelos. No hay que
estar de acuerdo en todo. Por mi parte, nunca sola, decidí hace
tiempo dedicarme a tiempo completo a esa reconstrucción, en
los movimientos en los que participo, en la relación con las per-
sonas que quiero, en la cooperativa en la que trabajo. Tengo la
suerte de tener una fuente de sentido vital inagotable. Me siento
fuerte y tengo alegría. La cuido, porque creo que no nos podemos
permitir perderla.
Uno de esos espacios desde los que intentar crear un marco
en el que no haya que escoger entre matar o morir, desde el que
hacer que lo posible y lo necesario se acerquen, es el de la Revis-
ta Contexto. Y agradezco poder estar aquí.
Un fuerte abrazo.

 

martes, 9 de agosto de 2022

El Estado Profundo y el CGPJ (Consejo General del Poder Judicial... o JEDI)

En este artículo Pablo Iglesias citaba el artículo de Vallín en el que hacía una curiosa comparativa entre el Consejo General del Poder Judicial y el Consejo General del Poder Jedi... ambos con las mismas iniciales CGPJ.

El Estado como zona estratégica

Y aquí abajo el artículo de Vallín que fue el preludio de su libro:

"C3PO En La Corte Del Rey Felipe - La guerra del Estado profundo español contra la democracia liberal"


"Los Jedi cayeron porque no supieron prever que el ejército de clones que dirigían y al que conducían a la muerte en sangrientas batallas no había sido formado para preservar la democracia sino para salvaguardar al Estado."

"El emperador Palpatine y las cloacas del estado"

"Dramático fracaso de la socialdemocracia ante la turboglobalización neoliberal"

"Ejecuten la Orden 66"

Con perlas como estas era inevitable que en mi blog pusiera una referencia a estos artículos, porque las referencias a Star Wars en mis escritos son un clásico.

Saludos
@noeslomismo.org

Copio los enlaces de ambos artículos de Iglesias y Vallín, por si los de arriba no van.






No-cosas de Byung Chul Hang

Texto extraído de "No-cosas", libro de Byung Chul Hang (filosófo coreano afincado en Alemania), que podría hacer que me comprara este u otro de sus libros.


"Un texto por WhatsApp o cuatro frases descontextualizadas y grabadas nos ocultan de la realidad. ¿La consecuencia? Borramos al interlocutor. Nos centramos en el mensaje, no en el receptor. Deshumanizamos la comunicación y la convertimos en una permanente emisión de mensajes monológicos. Evitamos el trato directo y eliminamos al otro como voz."

El motivo principal es que cada vez odio más las notas de voz que acaban con las conversaciones telefonicas en directo, o los video-mensajes cortos tipo Tik-Toc que acabarán con cualquier diálogo en persona que pueda durar más de un minuto.

En Twitter la limitación del número de caracteres en un mensaje, se salva con los populares "hilos" en los que el emisor encadena muchos mensajes respondiéndose a si mismo para completar su argumento. Pero con los vídeos cortos y los "Reels" que llenan las historias de las RRSS no hay posibilidad alguna de desarrollar ningún argumento serio para iniciar un debate. Sólo sirven vídeos cortos de gran impacto visual o con un mensaje simple y contundente, sin matices que puedan invitar a una reflexión más profunda porque lo que interesa es que el receptor ponga su "like" o lo comparta, y que pase rápidamente al siguiente mensaje.

Miedo me da que al final me compre el libro y termine decepcionando con alguna extravagancia filosófica, psicólogica o sociológica o política; pero quizá me arriesgue porque supongo que necesito saber que, por ejemplo, mi repulsa a los mensajes de voz, no es algo tan raro y que hay buenas razones para sentir ese rechazo si analizas el fenómeno con un poco de perspectiva.

Saludos

@noeslomismo.org



domingo, 7 de agosto de 2022

Ensalada ideológica progresista

Copio al final una buena y bien intencionada "ensalada ideológica progresista", de las que tratan de contentar a muchas y diversas sensibilidades y que, por tanto, sería aplaudida, o más bien reenviada, sin mayor análisis y con gran entusiasmo. El origen de este texto es lo de menos, y va por delante mi máximo respeto al esfuerzo que habrán hecho sus redactores para consensuar la forma y el contenido del mismo. Hoy en día, que haya personas que dediquen su tiempo libre a hacer este tipo de reflexiones me parece que tienen mucho mérito, y desgraciadamente no es muy habitual.


Pero desgraciadamente, tratar de contentar a todas las posibles sensibilidades, suele ser el camino más directo al fracaso. En un texto tan inclusivo, es fácil que los grupos de todo índole que no se vean expresamente citados, se sientan excluidos. Por citar uno de los muchos ejemplos que se me ocurren, el Partido Animalista, que saca un buen número de votos en todas las elecciones, como no se cita expresamente nada relacionado con el sufrimiento animal en la cadena de suministro alimentaria, podrían no sentirse representados. 


Desde otro punto de vista, me llama la atención porque es un muy común en este tipo de declaraciones, considerar que la economía se limita a la "financiación, producción, comercialización y consumo", deja muchos sectores vitales fuera de la ecuación. Por ejemplo, hay un sector de la economía ignorado y denostado como ninguno, sobre todo en textos con orientación ecologista, que actualmente se está colando en los titulares de todas las noticias: la sucia, contaminante e insostenible (pero imprescindible) extracción de materias primas y combustibles no renovables.


Estas actividades económicas están en la base de todas las demás, y nos guste o no, tienen una realidad geográfica y estratégica que nada tiene que ver con la equidad y la inclusividad, como desgraciadamente está empezando a descubrir "el gran público" ante la amenaza cierta e inminente de que empiecen a escasear productos y servicios que la mayoría creía asegurados. 


Sin las empresas y personas que mueven esos sectores económicos, tan despreciados por contaminantes e insostenibles, la economía real y la financiera colapsan, y la gente de toda condición sufre, aunque como siempre, sufren más los que menos tienen. Y cuando la gente sufre es muy receptiva a los discursos simplistas y populistas, que por muy falsos que sean ofrecen certidumbre y esperanza en que hay una solución viable, aunque sea echando la culpa a los que no la tienen pero es fácil hacer ver que podrían tenerla.


La ultraderecha "Trumpista" mundial se ha percatado bien de esto, y un texto tan "reenviarle" como este que copio al final, sería buena munición para que sus eficaces medios de propaganda dejarán "muy clarito", que: "la economía y cualquier aspecto serio de la vida, no pueden mezclarse con el feminismo, el ecologismo, la identidad de género, la sexualidad..."


Yo era muy aficionado a las ensaladas ideológicas, es más, las solía usar como refugio en cualquier discusión que se alargara lo suficiente como para que fuera imposible concretar y objetivizar. Pero cada vez veo más claro que es un error, porque aunque sea cierto que todo está relacionado, con Internet y las RRSS ha cambiado todo y no hace falta ser un "máster chef" para hacer una buena "ensalada ideológica". Ahora cualquier ingrediente sirve, y se puede usar y combinar al gusto del oyente para que lo mismo sirva para una cosa o para la contraria, sin el más minimo respeto a la razón y la objetividad.


Por eso me da tanta pena que un texto tan bien intencionado como este, pueda ser utilizado para tirar por tierra tanto la idea de fondo económica (que en parte comparto), como el resto de nobles conceptos sobre la vida y la sociedad, que cada uno en su ámbito y contexto también comparto, aunque discrepe de lo oportuno de mezclar tantos "ingredientes" que de tan diversas formas podrían ser "aderezados" por los "medios de desinformación masiva" a los que se les da fenomenal vender "ensaladas ideologicas", que aunque son muy poco recomendables para la salud personal y social, se consumen con avidez en todo tipo de tertulias tanto de televisión y radio como en chats de RRSS, reuniones de bar o máquina de café, cenas familiares... y ¡hasta en la Conferencia Episcopal!


Saludos

@noeslomismo.org


"... la Economía Solidaria promueve y desarrolla iniciativas alternativas en todas las esferas del ciclo económico (financiación, producción, comercialización y consumo), desde valores relacionados, entre otros, con la cooperación, la reciprocidad, la autogestión y la solidaridad... desde una perspectiva transformadora que persigue construir economías más comunitarias, democráticas, equitativas, inclusivas y sostenibles. Economías, en definitiva, feministas, ecológicas y solidarias.... frente al desarrollo de una economía capitalista, financiarizada y alejada de la economía real, centrada en el crecimiento ilimitado de la producción y el consumo al margen de sus efectos sociales y ambientales, y que cuyo único objetivo es el ánimo de lucro y la maximización de beneficios, lo que produce expresiones de precariedad, pobreza y desigualdad insostenibles.... donde la identidad masculina, heterosexual, blanca, normativa, adultocéntrica y urbanita sostiene privilegios sobre otras identidades y orientaciones sexuales y de género, dando lugar a relaciones de desigualdad y exclusión..."


¿Y esta foto de un destructor imperial de Star Wars?

Ni siquiera en las películas de ciencia ficción tienen solucionado el tema de la extracción y uso sostenible de las materias primas y combustibles... salvo por el hecho de que tienen muchos Mundos en los que obtener lo que necesitan para su modo de vida.






jueves, 3 de marzo de 2022

Guerra en Ucrania, no hay más remedio que posicionarse.

Guerra en Ucrania, no hay más remedio que posicionarse.

Es un tema muy complejo sobre el que no quería opinar porque podría defender de forma igualmente convincente dos discurso antagónicos, y cuando te das cuenta de eso lo más prudente es callar para no contribuir a aumentar el ruido y la desinformación.

Pero cuando se polariza el conflicto de una forma tan radical, no posicionarse es tanto como ponerse en contra de la corriente dominante, y aquí y ahora el consenso es casi total: Putin es el culpable y él solito se lo ha buscado.

Creo que equivocan los que piensan que Rusia ha dispuesto medios suficientes para ocupar un país más grande que España y Portugal juntos y con casi 45 millones de habitantes. Si solo tenían los 120.000 soldados de los que se hablaba durante las semanas previas a la guerra, no es ni de lejos suficiente para una ocupación permanente de un país tan grande. Podría servir para destruir la capacidad militar de Ucrania en pocas semanas, y ocupar el Donbass que parcialmente ya estaba en manos de milicias prorusas. Pero para ocupar toda Ucrania dada la oposición que está demostrando su población, necesitarían desplegar cinco veces más efectivos.

Hasta el ataque Ruso yo estaba completamente de acuerdo con el discurso antibelicista y comprendía las razones de Rusia contra la expansión al este de la OTAN, que por cierto fueron muy bien expresadas por Inna, la prestadora de RT en español en su famoso ¡Ahí les va! que me encanta y lamento que se haya censurado. Pero una vez que el criminal, corrupto y megalómano Putin ha abandonado la diplomacia y ha empezado una guerra total, el tema cambia por completo.

Es cierto que la OTAN no debería haberse desplazado tan al Este, a no ser que hubiera invitado también a unirse a Rusia. Esa sí sería una alianza buena siempre que fuera el preámbulo de otra alianza con China y luego con India y así hasta que todo el planeta formara un único ejército sin más enemigos que las catástrofes naturales, los que violen los derechos humanos, los terroristas o posibles extraterrestres agresivos. Pero Putin ha dado la razón a los que no se fiaban y preferían contar con el paraguas de la OTAN para no estar a merced del imperialismo Ruso. Si hubiera lanzado una ofensiva limitada a Donbass podría haber tenido algún sentido y podrían haber defendido sus razones; pero una guerra total desde el principio para ocupar Kiev y someter al segundo país más extenso de Europa es una locura absurda e intolerable.

Si Putin se sale con la suya, luego podría ir a por Lituania, Estonia y Letonia, que sí están en la OTAN y se crearía un conflicto bélico total. Con las armas que se envían ahora, Ucrania  puede defenderse de la agresión y quizá tengan alguna oportunidad de que el conflicto quede empantanado (obviamente con un alto número de muertos y heridos ucranianos y rusos) y que así esta anacrónica y salvaje guerra termine constándole el puesto a Putin, porque si fracasa en esta cruel aventura, puede ver de un día para otro como desde sus propias filas, alguien aprovecha la ocasión para derocarle.

Lo mejor es que las armas se las hubiera enviado Europa unida, como hasta ayer decía Pedro Sánchez que debía ser, pero se ha entrado en la competitividad absurda de quién envía más armas y más rápido, sobre todo por la presión mediática, pero también porque la UE como siempre es muy lenta y las armas las necesitan los ucranianos ahora... como la II República española las hubiera necesitado desde agosto del 36 (cuando Hitler y Mussolini ya se las daban a Franco) pero solo empezaron a llegar armas y municiones de la URSS en noviembre (sin menospreciar a las voluntariosa y valientes brigadas internacionales antifascistas) cuando Madrid tenía ya al enemigo en las puertas, como ahora está Putin a las de Kiev. 

Ojalá está locura acabe cuanto antes.

Salud, Amor y Suerte 

@robergonpane

#Noalaguerra